«Ir a China para producir barato ya no tiene sentido»

El directivo del Grupo Mondragón cree acabada la época de «venir a abrir mercado y hacer patria» aunque el gigante siga siendo un pilar de la internacionalización.

Hace una década, las instalaciones de Fagor Automation quedaban a las afueras de Pekín, en tierra de nadie. Era una zona industrial, cercana al aeropuerto, frecuentada por extranjeros, para quienes había todo tipo de servicios: desde tiendas de ropa con copias de marcas de renombre, hasta pubs irlandeses. Ahora, la ciudad ha engullido la zona, la fábrica es una hormiga a la sombra de gigantes de hormigón y el paisanaje ha cambiado radicalmente: ahora son chinos adinerados los que habitan las urbanizaciones de lujo, y los establecimientos comerciales ya no piensan en los habitantes foráneos.

Amezaga

Jesús Amezaga ha vivido esta transformación en primera línea de combate. En la capital china ha dirigido la división asiática de una empresa que, desde el principio, llegó con el objetivo de vender sus productos en el mercado interno del gigante asiático. Lo consiguió, y ahora Fagor Automation, que fabrica sistemas de control numérico para líneas de producción automatizadas, comparte el liderazgo del sector con alemanes y japoneses.

– Pero el país ha cambiado mucho.

– Parece otro, sí. El Gobierno ha sabido dirigir muy bien la transformación económica. Desde hace tres décadas, y hasta hace pocos años, China ha estado creciendo a un ritmo del 10% gracias a la inversión extranjera directa, la fabricación de productos de bajo valor añadido y la exportación. Así ha desarrollado la industria y el sector servicios, y ha creado una clase media cada vez más fuerte. Esas son las bases para una nueva etapa, pero la crisis global ha cogido al país en medio de esa transformación y están surgiendo problemas.

– ¿Cuáles?

– Hay muchos, y lo bueno es que el Gobierno es consciente de ellos y les está buscando soluciones. Preocupan la deuda faraónica que tienen los gobiernos provinciales, la corrupción y el cataclismo medioambiental. Y tienen que encontrar la fórmula para pasar de un modelo cuantitativo a otro cualitativo. Necesitan mayor productividad y mejor gestión empresarial, así como abandonar el intervencionismo y abrir el sistema financiero. Costará dar esos pasos, pero son imprescindibles para que funcione el motor del mercado interno.

– ¿Cree que habrá más planes de incentivo económico?

– El de 2009 -de 420.000 millones de euros- funcionó. Tanto para China como para el resto del mundo. Sirvió para evitar una catástrofe económica, pero luego ha pasado factura. No creo que los nuevos dirigentes -que tomaron las riendas en marzo y están liderados por el presidente Xi Jinping- vayan a caer en la tentación de inyectar más dinero en el sistema. Al contrario, estamos en un período de consolidación y creo que dejarán caer a quien tenga que caer. Claro que China ha de tener mucho cuidado con dos temas complejos: la creación de empleo y la especulación. No es fácil conseguir un equilibrio, pero ahora mismo se espera que el crecimiento en la próxima década sea del 7% y creo que es un objetivo asumible.

Menor competitividad

– Pero muchas empresas extranjeras están abandonando el país.

– Sí, sobre todo las que habían venido para producir barato y exportar el producto. Con los costos actuales, esa estrategia ya no tiene sentido. La mano de obra se ha encarecido notablemente y hay un grave exceso de capacidad productiva. Eso ha provocado una importante caída de la competitividad. Así que compañías de sectores como el textil, el calzado y el juguete se han tenido que marchar. O bien hacia el interior o a otros países en los que todavía hay incentivos fiscales y en los que la mano de obra sigue siendo barata, como el sudeste asiático o el subcontinente indio.

– Y quienes se quedan, como ustedes, cada vez tienen más competencia.

– Sí. La coyuntura no es buena. Nos afecta directamente la crisis porque ha tenido un impacto en la industria pesada. Además, cada vez hay más competidores locales que tienen una calidad aceptable. De momento, estamos salvando los muebles y estamos convencidos de que los brutales crecimientos de antes no volverán. Por eso, buscamos la forma de adaptarnos.

– ¿Cómo?

– Por un lado, hemos decidido asociarnos con una empresa china para competir también en la gama media, y no sólo en la más alta. Por otro lado, hemos creado un equipo, que llamamos Equipo de Adaptación Tecnológica (TAT, en sus siglas en inglés), para adecuar nuestros productos al mercado chino, conocer mejor al cliente y reaccionar más rápido. Porque, aunque es evidente que el corazón de la I+D hay que guardarlo bajo llave en casa, también es importante innovar con una mentalidad más local en el centro de fabricación.

– Los chinos les están pisando los talones.

– Cada vez hay menos diferencia tecnológica entre las empresas locales y las extranjeras, sí. Han mejorado en calidad y en prestaciones, y siguen ofreciendo precios bajos. Por eso, es imprescindible que justifiquemos nuestra diferencia de precio con tecnología. Hay que invertir más en I+D.

Abrir los ojos

– Si tuviese que decidir ahora sobre la internacionalización a China, ¿qué haría?

– Hay una cosa muy clara: a China ya no se puede venir a abrir mercado y a hacer patria. Sigue siendo un pilar de la internacionalización, pero no se puede llegar con los ojos cerrados. Antes de tomar una decisión es necesario tener en cuenta que venir a China es ya muy caro para la productividad que tiene, no es ninguna ganga, y que está en duda que el país vaya a seguir siendo la fábrica del mundo. Ahora mismo, algunos niveles salariales están ya a la par de Taiwán, y con la crisis tendrá que llegar el momento en el que España vuelva a ser competitiva.

– ¿Hará ‘crash’ el ‘boom’?

– Tal y como está diseñando el cambio el Gobierno, diría que no. Creo que saldrá airoso y cumplirá sus objetivos. Veo difícil un aterrizaje forzoso de la economía o un estallido social. Y en el ámbito internacional, ya se ha demostrado con el asunto de los paneles solares y el vino que a nadie le interesa una guerra con China. Lo que sí veremos serán peleas de patio de colegio.

Fuente: El Correo – ZIGOR ALDAMA